miércoles, 22 de octubre de 2008

Qué país para los individuos

Pues es curioso lo que cuenta Núria Ribas en Qué país, porque precisamente este verano mi abuela, que es un auténtico milagro de la naturaleza, le dijo a mi madre que ojalá hubiera tenido un hijo subnormal o gay (que ella pronuncia «gai»), pues de este modo él viviría con ella y ella no tendría que dejar su casa. Mi abuela tiene 95 años y está perfectamente, pero se cayó dos veces en los últimos dos veranos y, aunque no se rompió nada, sus hijos ya no quieren que viva sola. Pero eso es harina de otro costal. La cuestión es, ¿qué triste maquinaria lleva a mi abuela a pensar que un hijo gay no puede tener vida propia? ¿Y qué santo egoísmo –santo porque mi abuela es muy católica– la conduce a desearle a uno de sus hijos un hijo discapacitado para tenerlo atado a la pata de su cama? Es un asunto muy delicado y no quisiera ofender a nadie –y mucho menos a mi abuela–, como ha hecho Gómez Navarro. Porque una cosa es lo que diga mi abuela y otra lo que dice el presidente de las Cámaras de Comercio de este país. Como dice el comentario hecho por un lector al texto de Ribas, ¿se creía Navarro que iba a hacer gracia? O sea, que la triste solterona esclava de antaño ha dado paso a la mujer liberada que cede el puesto al gay de turno, ¿no? Es decir, que hay quien sigue pensando que un gay o debe esconderse como si hubiera hecho algo malo, a decir de Navarro, o bien no puede tener vida propia, a decir de mi abuela. Me pregunto si la madre de Navarro preferiría no ver a su hijo si éste fuera gay. Me pregunto si, de haber escrito su discurso hace unos años, habría hecho un chiste sobre una mujer soltera, algo así como: «el sueño de las madres españolas es tener un hijo médico, pero, si por mala fortuna les sale una hija, al menos que se case con un médico. Y si no se casa y se queda solterona, pues entonces que se meta a monja, así la ve menos (aunque también la vería menos si fuera puta)». Creo que sería más o menos así. Como dice Ribas, ideal.
¿Cuándo vamos a empezar a leer a la gente por la tripa y no por la trillada reseña que necesitan los analfabetos funcionales para creer que ya han leído el libro? Venga, coño, esforcémonos un poco. ¿Qué es un gay? ¿Cómo son los gays? No, es que quisiera saberlo, en serio. Quisiera desentrañar ese misterio que no logro entender. Cuando alguien habla de los hombres, los homosexuales, las mujeres, los negros, los jóvenes o los viejos como de un grupo homogéneo con una sola mente, hay algo que se me escapa. Ah, sí, ya sé qué es, el individuo, eso que no vemos nunca porque yace enterrado bajo las etiquetas. Por eso podemos gastar bromas tontas. Lo curioso es que el bromista sí se cree distinto, especial; él no es como los demás. No sabe que al agrupar a unos en un saco, se agrupa él en otro y con otros con los que quizá no le gustaría compartir el baño. De otro modo, nada diferenciaría a Gómez Navarro de, pongamos por caso, los verdugos de Lorca o los carceleros de Wilde. Al tratarse de hombres heterosexuales, podemos gastar los mismos chistes sobre ellos, que siempre tendrán gracia. Probablemente Navarro dirá que era ironía, pero no es más que un lugar común con caspa.

bertelmax

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