martes, 19 de abril de 2011

Algo huele a podrido

"Una empresa no es una ONG". Es la segunda vez en una semana que alguien me suelta la fracesita como argumento para justificar el impresentable numerito que está montando Telefónica.
Para situarnos: Telefónica, con 10.000 millones de beneficios en 2010, anuncia que va a despedir al 20% de su plantilla al mismo tiempo que también anuncia bonus de más de 400 millones de euros para sus directivos.
El anuncio ha levantado ampollas, y más con la que está cayendo. Desde luego, la mayoría de despedidos mayores de 45 años no volverán a trabajar. Posiblemente, Telefónica pagará generosas indemnizaciones que cubrirán parte del despido hasta la edad de jubilación de los 'afectados'-bonita palabra que utilizamos, como si su 'afectación' hubiera sido provocada por un fenómeno de la naturaleza y no por la simple y llana avaricia de un grupo de homínidos que controlan el cotarro-.
A pesar de las posibles indemnizaciones, algunas estimaciones ya avanzan que la 'estrategia' de la compañía presidida por César Alierta nos va a costar a todos -o sea, al Estado- unos 700 millones de euros. Pero, claro, una empresa no es una ONG.

Nadie pretende que lo sea. Pero, por favor, en la próxima memoria de Responsabilidad Social Corporativa que tenga la cara dura de presentar Telefónica que ponga bien clarito que se trata de una empresa que no tiene nada de responsable, menos aún de social y de corporativa sí, pero con los suyos.

¿Algún accionista de Telefónica, de esos que empujan con su voto en la junta a tomar este tipo de decisiones para mantener el hoy obsceno 8% y 9% de dividendo, se ha planteado ni siquiera el drama que va a suponer ese 20% de despidos? Pero claro, una empresa no es una ONG.

La diferencia entre una ONG y una empresa la conocemos todos, así que como argumento es bastante patético. Lo que esperamos los que sabemos distinguir perfectamente entre una y otra, es que las grandes empresas superen ya de una vez por todas el decimonónico 'destino' al que se supone están abocadas: conseguir el máximo beneficio económico sea como sea. ¿Podemos intentar que este objetivo, legítimo, confluya con una sociedad más sostenible, más humana y más inteligente?
Inteligencia emocional, digo. ¿Es posible que las empresas sean conscientes de que los dividendos que reparten los consiguen gracias a la sociedad y que a esta misma sociedad es a la que deben echar una mano cuando agoniza?

Más aún, ¿qué tipo de sociedad es la que deja en la estacada a personas que están, con cincuenta años, en plenitud de facultades físicas y mentales para desarrollar lo mejor de su carrera profesional? ¿Qué mensaje lanzamos a los más jóvenes con esta actitud egoista, poco inteligente y rematadamente obscena?

Sinceramente, apesta.
Tweet
espainfo.es
estamos en
EspaInfoes
Barcelona