domingo, 28 de junio de 2009

Vicente Ferrer, que creyó en lo imposible

La utopía es necesaria. Todo es imposible si uno cree que lo es. Pero sin pretender lo imposible no podría alcanzarse lo posible. Además, nada es imposible hasta que se demuestre lo contrario. Y si sólo aspiráramos a lo posible, la suma de las partes no sería más que el todo, y nosotros no seríamos sino carne. La utopía es imprescindible. Es lo que nos hace grandes. No tenemos alas ni branquias, pero hemos volado más alto que los pájaros y hemos viajado al fondo del mar. Hemos preñado tierras yermas, hecho comer a tres donde comían dos, llevado luz donde había oscuridad. Pero eso no basta. Nos corresponde hacer más. Pues también hemos yermado tierras fértiles, dado de comer a dos donde había tres, llevado la oscuridad donde había la luz. Como dijo Mandela, nuestro mayor miedo es que somos poderosos sin medida. Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, la que nos asusta. Pero no debería asustarnos, sino estimularnos. Si de verdad comprendiéramos que es verdad, que está en nuestras manos cambiarlo todo, podríamos cambiarlo. Si en lugar de discutir en bares y sobremesas cómo cambiar el mundo echáramos a andar para cambiarlo, entonces sí nos daríamos miedo, pero un miedo bueno, el miedo de saberse volando o haciendo algo extraordinario; miedo de cuanto podemos lograr. Si echáramos a andar y sacáramos nuestro dinero del banco; encerráramos a políticos, empresarios y banqueros corruptos en una cárcel de cristal y la lanzáramos al espacio; compartiéramos lo que tenemos; gastáramos menos; construyéramos nuestras casas para habitarlas e hiciéramos espacio en la cárcel de cristal para los buitres de las inmobiliarias; cocináramos lo que vamos a comernos; bebiéramos cuando tuviéramos sed; habláramos cuando tuviéramos algo que decir y el resto del día HICIÉRAMOS. Como Vicente Ferrer, que creyó en lo imposible.

by bertelmax

lunes, 22 de junio de 2009

Clase media

24.000 euros brutos al año. Esta es la cifra que el Gobierno ha puesto como tope para, por encima de ella, no poder desgravar la hipoteca a partir del año 2011 (en caso de que la propuesta se apruebe en el Congreso durante los próximos meses).

De entrada, estupefacción. Esa cifra no significa gravar a las rentas más altas sino darle en todas las narices a la clase media española! Cáspita! Y lo propone un gobierno socialdemócrata.
Una vez superada la pésima comunicación que tiene La Moncloa (no es nuevo; se repite en el ejecutivo de Zapatero desde que Barroso - esposo de la ministra Chacón y hermano de Mariano, director de cine- abandonó dicen que airado los despachos monclovitas por un exilio dorado en Casa América, que por cierto, también ha abandonado no hace mucho); superada la pésima comunicación, digo, nos enteramos de que si el Gobierno propone este límite de renta es porque, atención, sólo un tercio de las declaraciones de la renta en España superan los 24.000 euros brutos al año.

Recáspitas!!! Y nosotros que pensábamos que teníamos una holgada y amplia clase media. Cómo está el panorama si resulta que dos tercios de los 44 millones cobran menos de 24.000 euros brutos al año.
Conclusión: si millones de personas creen que forman parte de una clase media que, en realidad, no existe, es que alguien les ha hecho creer que conforman un conjunto homogéneo. ¿Será que los partidos socialdemócratas -o los de la tercera vía, como le gustó bautizarse al avispado Blair- necesitan para ganar que una masa suficientemente amplia crea que forma parte de una clase social?
Blair dijo una vez que su mayor mérito era haberse dado cuenta de que en los sistemas políticos como el nuestro no puede existir un verdadero partido político sin unas bases que se definan como clase. La derecha tiene a su clase alta. La izquierda ha perdido a su clase trabajadora y, políticamente, así nos va. La socialdemocracia necesitaba la suya: voilá! la clase media!

Pobres ingenuos, que nos han hecho creer que con una hipoteca y vacaciones cada año habíamos abandonado la 'clase' de nuestros deslomados padres para adentrarnos en la beatífica y tecnócrata clase media occidental. Y ahora, con un simple borrador de ley, nos enteramos de que sí, son muchos los que cobran menos de 24.000 euros brutos al año. Pero señores y señoras, esos muchos NO son clase MEDIA, son clase TRABAJADORA. Haber base, la hay; estar mejor preparados que nuestros mayores, lo estamos; pero seguimos equivocándonos de cartelito porque a algunos les interesa que nos equivoquemos.

miércoles, 10 de junio de 2009

Yes we can pero de verdad de la buena

Juan Manuel Sánchez Gordillo sí que puede, y hay pruebas de ello:
Marinaleda online
Otro mundo es posible en Marinaleda. ¿Un piso por 15 euros al mes? Perdonen, pero para mí, que «(sobre)visc a Barcelona», oír eso es como oír que hay vida en Venus (o, para el caso, saber que Dios existe y es bueno). Y fíjense que no he dicho Marte; tan lejana me parece la utopía de vivir por 15 euros al mes –pues hoy la vivienda es una utopía (Virginia Woolf no podría aspirar ni a un armario para ella sola). Sin embargo, en Marinaleda hay una mujer que paga un poco más –25 euros al mes por una casa– y no recuerda esa palabra... «¿Cómo es esto que han dado tanto en la tele...? ¡Hipoteca! Aquí no. Aquí hay crisis pero ese susto no lo tenemos». No, claro, allí no. Porque allí, gracias a Gordillo, el suelo es de quien lo trabaja. Y, como dice Gordillo, en un pueblo así, ¿quién no querría vivir? En Barcelona tampoco tenemos ese susto, pero porque aquí hemos pedido muerte, como decía el chiste. Eso es lo que nos dice, en definitiva, el silencio administrativo (léase Ayuntamiento): «Haber pedido muerte». O sea, que fotem el camp, que escampem la boira si no podemos pagar un piso en la ciudad que nos parió. Pero, un momento, ¿eso no es mobbing? ¡Exacto! El Ayuntamiento de Barcelona hace mobbing a sus ciudadanos. (¿No es eso un crimen contra la Humanidad? Me pregunto si a Garzón le interesaría este caso...) Pero, ¿por qué tendría que irme a Marinaleda para disfrutar de mi derecho legítimo a una vivienda digna? Pues por lo dicho, porque nuestro Ayuntamiento nos está echando de nuestra ciudad. Porque resulta que en Barcelona el suelo no es de quien lo trabaja ni de quien lo pisa, sino de quien lo pisotea, de quien lo contempla con un daiquiri en la mano desde la suite más breathtaking (porque nos quita el aliento, desde luego, probablemente el último) del Hotel Arts o de la Casa Fuster, donde por cierto Woody Allen ofreció algún que otro concierto después de que le pagáramos un millón de euros para que metiera un fuet en su película. ¡Qué vergüenza de Ayuntamiento el de Barcelona, que ha convertido la ciudad en un parque temático para pijos untados de crema y Chanel, y sangra a sus ciudadanos a base de impuestos, multas y alquileres que matan! En vez de esos carteles tan estupendos de «Jo visc(a) Barcelona», que también hemos pagado nosotros de lo que no nos sobra, deberían forrar la ciudad con las etiquetas ésas del tabaco, «Barcelona mata», por si alguien aún no se ha enterado.

by bertelmax
Tweet
espainfo.es
estamos en
EspaInfoes
Barcelona