miércoles, 26 de noviembre de 2008

Cristofobia

Andan revueltos los obispos españoles. Parece que no les ha sentado demasiado bien que un tribunal haya fallado a favor de los padres que pedían que en un colegio público (repito, público, que en nuestro país equivale a decir laico) se retirasen los crucifijos de las aulas. Miren si le ha sentado mal a la curia española la sentencia que han llegado a decir que en España se vive 'cristofobia'. O sea, que los cristianos están perseguidos.

Afirmar esto ahora y aquí es mucho más que estar fuera de la realidad. Es jugar sucio. De entrada, a lo largo de la Historia, si alguien ha promovido y ejecutado las 'fobias' hacia otras religiones y librepensamientos ha sido la iglesia católica, o sea, los cristianos. En nombre del cristianismo se expulsó a los judíos, a los musulmanes, se tildó de 'traidores afrancesados' a los librepensadores del XVIII y se pasó por las armas al legítimo gobierno de la II República junto con la mitad de la pobre España.

Más allá del evidente absurdo que representa intentar victimizarse con esta falsa persecución, el rechazo a retirar símbolos religiosos de las aulas (en este caso el crucifijo) plantea un gravísimo problema. ¿Cómo vamos a pedir a los inmigrantes que pertenecen a otra religión distinta a la católica que dejen sus creencias en casa porque Europa ha conseguido por fin secularizar su vida pública si mientras tanto nosotros seguimos exhibiendo símbolos religiosos en el espacio público?
Hemos recorrido tres siglos de guerras y revoluciones para conseguir lo que sin duda marca luego otros valores a los que ahora no renunciaríamos ni locos: la separación entre espacio privado y espacio público, entre religión y estado de derecho.

Si las sociedades que hemos logrado esta separación, vital para el desarrollo de las libertades individuales, no la respetamos a rajatabla, difícilmente podremos exigirla a nuestros nuevos vecinos. Y eso sí que va a ser un problema.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Yes, we can

Se ha podido. Finalmente. Después de una campaña impecable, Obama lo ha conseguido. Ahora vendrán los análisis y la gestión de ese terrible peso sobre los hombros que significa proclamarse panacea de todos los males. Pero antes, me quedo con las lágrimas en los ojos del reverendo Jesse Jackson al ver que sí, que un negro será presidente de los Estados Unidos. O la sonrisa atónita de la hermana de Martin Luther King al comprobar que sí, que el sueño de su hermano asesinado se ha cumplido cuarenta años más tarde.

Esos dos símbolos representan la emoción a flor de piel. Pero si vamos un poco más allá, y miramos quién a votado a Obama, vemos que no hay color de piel, ni identidad sexual, ni género que valga. Obama es transversal. Sólo hay una cosa que les una: el progresismo. Es decir, la antítesis del conservadurismo. El progresismo entraña querer cambiar las cosas (se entiende que para mejorarlas). El conservadurismo implica querer mantener el status quo a toda costa, generalmente para los de siempre sigan ganando frente a los que también siempre pierden.

Es posible que a partir de ahora primero tengamos que preguntarnos si somos progresistas o conservadores y sólo despúes de haber constestado, añadir si somos de izquierdas o de derechas. Porque, que nadie lo dude, hay izquierdas conservadoras (que se lo pregunten sino al ala reformista de IU que ha acabado hecha trizas por culpa de los izquierdistas del PCE) y, también aunque muy de tanto en tanto, derechas progresistas (este último caso es tan peculiar que los raros casos en los que se ha dado dentro del mundo político, éstos han acabado flirteando con el centro izquierda).

¿Tendremos, también en España, que aunar a todos aquellos que se definan como progresistas, más allá de un partido de izquierdas o de centro o de derechas? Podríamos superar estas etiquetas, aunque sea para poner otras, pero mucho más amplias. ¿Es normal, por ejemplo, que dos ciudades como Barcelona y Madrid no estén tan íntimamente ligadas que creen un eje imparable, conectado con las capitales europeas más modernas y, otra vez, más progresistas?

Se preguntarán qué tendrá que ver ésto con el triunfo de Obama. Pues todo. Una nueva visión de lo que es hacer política, una nueva manera de crear sinergias entre los ciudadanos, el atrapar al vuelo ese hilo que nos hará mejores y más sabios: el progresismo frente al inmovilismo, frente a lo retrógado. We can too.

martes, 4 de noviembre de 2008

Naked

Es una lástima que el Parlamento Europeo haya considerado que la introducción de escáneres corporales en los aeropuertos pueda tener un «serio impacto sobre los derechos fundamentales de los ciudadanos» porque yo los veo como un objeto de la más extrema utilidad. La reticencia a permitir su empleo reside, imagino, en que detrás de la máquina hay una persona, y que esa persona cualquiera –con todo el respeto–, un guarda jurado, un agente al servicio de la Ley, un operario del aeropuerto o un segurata, esa persona, digo, está muy feo que nos vea desnudos, a nosotros, los ciudadanos a quienes sirve, los clientes que pagan por viajar y hacen posible el escáner, el aeropuerto y hasta al operario. Pero, supongamos que quien está detrás de la cámara es... ¡un respetable doctor en medicina! ¿No sería maravilloso? Mataríamos dos pájaros de un tiro: vacaciones y diagnóstico por la imagen. Lo malo es que nos encontraran algo antes del viaje, claro. Pero, si no es muy grave, el médico podría guardárselo hasta la vuelta; de hecho, le pagaríamos para que callara hasta la vuelta. Yo ya lo veo, y con luces de neón. Al lado de las cintas de rayos X podrían construirse unos cuantos consultorios. Eso despejaría los centros de la Seguridad Social, y en Barajas compensaría el caos sembrado por Esperanza Aguirre en la sanidad pública de Madrid. Por otro lado, los viajeros nos sentiríamos tranquilos, pues detrás de las cámaras habría un profesional, un médico, uno de esos curas con licencia para ver nuestros pecados del cuerpo, con la obligación de guardarnos el secreto y con el deber de proporcionarnos un remedio, o al menos un alivio. ¡Y ya no sería una vejación, sino una ganga! De paso, si nos dieran el diagnóstico en inglés, la cosa ya sería el colmo de la redondez. ¡Figúrense lo feliz que haría eso a Camps! Y, hablando de Camps, esto ya no viene a cuento, pero aprovecho para recordar la polémica que hubo hace unos años con el asunto de la redacción del Estatut valencià, que hubo que escribirlo en catalán y luego en catalán porque había unos cuantos que no entendían el catalán. Les parecerá absurdo, pero fue exactamente como se lo cuento. Pues bien, yo desde aquí insto a las autoridades pertinentes a que desentierren la cuestión y el estatuto valenciano se redacte en inglés, como Dios manda en Valencia, y a ver si así de una vez por todas entendemos todos lo que pone. Que luego hay malentendidos, como el de la Reina. Parece mentira, ¡con lo bien que habla ella el inglés...!

bertelmax

Barcelona, mediterrània

Barcelona, avui, és més mediterrània que ahir. Potser per a molts només ho és de paraula. Però per d'altres, que vivim la Mediterrània com un autèntic espai d'origen i identitari (el nord i el sud, és clar), la designació de Barcelona com a seu permanent de la secretaria de la Unió per a la Mediterrània és una notícia excel·lent. L'epicentre de la que hauria de ser, esperem-ho, una idea de cooperació i desenvolupament justa d'una de les zones més conflicitives del planeta serà a Barcelona. La ciutat s'ho mereix. És això, i no l'enlluernament d'aparador, el que necessita Barcelona per ser una de les ciutats referents del segle XXI.

Barcelona, mediterránea

Barcelona, hoy, es más mediterránea que ayer. Quizás para muchos sólo lo es de palabra. Pero para otros, que vivimos el Mediterráneo como un auténtico espacio de origen e identitario (el norte y el sur, por supuesto), la designación de Barcelona como sede permanente de la secretaría de la Unión para el Mediterráneo es una noticia excelente. El epicentro de la que debería ser, esperémoslo, una idea de cooperación y desarrollo justa de una de las zonas más conflictivas del planera estará en Barcelona. La ciudad se lo merece. Es ésto, y no las candilejas de escaparate, lo que necesita Barcelona para ser una de las ciudades referentes del siglo XXI.
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