domingo, 28 de junio de 2009

Vicente Ferrer, que creyó en lo imposible

La utopía es necesaria. Todo es imposible si uno cree que lo es. Pero sin pretender lo imposible no podría alcanzarse lo posible. Además, nada es imposible hasta que se demuestre lo contrario. Y si sólo aspiráramos a lo posible, la suma de las partes no sería más que el todo, y nosotros no seríamos sino carne. La utopía es imprescindible. Es lo que nos hace grandes. No tenemos alas ni branquias, pero hemos volado más alto que los pájaros y hemos viajado al fondo del mar. Hemos preñado tierras yermas, hecho comer a tres donde comían dos, llevado luz donde había oscuridad. Pero eso no basta. Nos corresponde hacer más. Pues también hemos yermado tierras fértiles, dado de comer a dos donde había tres, llevado la oscuridad donde había la luz. Como dijo Mandela, nuestro mayor miedo es que somos poderosos sin medida. Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, la que nos asusta. Pero no debería asustarnos, sino estimularnos. Si de verdad comprendiéramos que es verdad, que está en nuestras manos cambiarlo todo, podríamos cambiarlo. Si en lugar de discutir en bares y sobremesas cómo cambiar el mundo echáramos a andar para cambiarlo, entonces sí nos daríamos miedo, pero un miedo bueno, el miedo de saberse volando o haciendo algo extraordinario; miedo de cuanto podemos lograr. Si echáramos a andar y sacáramos nuestro dinero del banco; encerráramos a políticos, empresarios y banqueros corruptos en una cárcel de cristal y la lanzáramos al espacio; compartiéramos lo que tenemos; gastáramos menos; construyéramos nuestras casas para habitarlas e hiciéramos espacio en la cárcel de cristal para los buitres de las inmobiliarias; cocináramos lo que vamos a comernos; bebiéramos cuando tuviéramos sed; habláramos cuando tuviéramos algo que decir y el resto del día HICIÉRAMOS. Como Vicente Ferrer, que creyó en lo imposible.

by bertelmax

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